Soy viajera y una creativa en busca de la belleza del mundo cotidiano.
Desde muy joven, mis padres tenían claro que las bellas artes, en cualquiera de sus formas, ejercían una fuerte atracción sobre mí. Por eso, a los 7 años me incorporaron al Liceo de Bellas Artes de Tulcea (Rumanía), mi ciudad natal, en la especialidad de pintura, escultura y diseño. Crecí observando el día a día con la mirada creativa de una niña a la que le fascinaba buscar y encontrar la belleza en lo cotidiano para luego, a mi manera, plasmarla en papel, o en cualquier material que me lo permitiera.

A los 15 años nos trasladamos a España, a un pueblo de Guadalajara, y mis estudios de bellas artes quedaron atrás. Sin embargo, como seguro estaréis de acuerdo, cuando algo te apasiona, por muy lejos que estés, siempre das con la manera de seguir disfrutando y aprendiendo de tu pasión. Solo un año después, con 16 años, conseguí mi primera cámara analógica. Ya lejos de los carboncillos y las brochas junto al lienzo, empecé a descubrir una nueva forma de expresarme y de mirar el mundo que me rodeaba. Era un lenguaje que aún no conocía, pero que estaba a punto de explorar poco a poco.
A los 21 llegó mi primera cámara reflex, y gracias al mundo de posibilidades que la imagen digital traía consigo, decidí formarme de manera profesional para perfeccionar mis tomas y mis técnicas de revelado y retoque digital. Para ello estudié todas las técnicas que ahora utilizo y que he ido perfeccionando en la escuela de fotografía “EFTI”, donde además empecé a adentrarme en el mundo de los books profesionales, retratos y bodegones creativos.
Fue entonces cuando supe que lo cotidiano también puede ser extraordinario.
Paralelamente estudié turismo y he diseñado viajes que me han permitido transmitir esa mismo ilusión, pasión y creatividad que yo misma tengo a la hora de viajar.
Inspiración
Como todo viaje también se alimenta de quienes lo recorrieron antes, me inspiro en quienes se atrevieron a mirar el mundo con ojos abiertos y cuaderno en mano. En las grandes viajeras de África como Florence Baker o Gertrude Bell, que desafiaron fronteras y expectativas para narrar territorios que pocos habían pisado. En artistas que convirtieron la luz, el color y la sombra en lenguaje propio: Vermeer, Caravaggio o la moderna Beth Kirby.
Todos ellos, de una forma u otra, han alimentado mi manera de mirar, de viajar y de contar. Porque cada creador y cada explorador que dejó huella, me recuerda que el mundo está ahí para ser vivido… y también para ser narrado.