Este post trata sobre un retiro de cuatro amigas que decidimos vivir una aventura en Marruecos, pero no nos imaginábamos que dicha experiencia nos iba a marcar para siempre y hasta tal extremo que se puede decir que ha sido un punto y a parte en nuestras vidas.
Marruecos ha sido mi segundo país de África (el primera ha sido Egipto) y que me ha enamorado nada mas llegar; me ha enamorado con su vitalidad, con sus vivos colores (y con los que mi cámara se ha vuelto loca), con sus olores y con su comida. No sé porque, pero siempre acabaré volviendo a Marruecos. La próxima vez será en el Atlas y no veo el día de ponerlo en el blog.
[su_carousel source=”media: 138,118,117,110,104,105,99,96,92″ items=”4″ speed=”2500″]
Nuestra aventura de 8 días comenzó en Marrakech (podréis leer todos los aspectos relacionados con el viaje en el post que publiqué en Pannei The Travel Factory), donde nos sumergimos en sus zocos por los que deambulamos un día entero: especias, cueros, espejos, esencias, menta, aceitunas multicolores, henna… Todos los elementos que nos rodean son una fuente inspiración para la creatividad y para la fotografía. El único problema es la actitud de los locales ante las cámaras: “fotos no, 10 dirhams!”. Pero es de entender ante la avalancha de turistas que no paran de atosigarles con sus cámaras disparando a diestro y siniestro.
Mi consejo: es mejor que tardes más en conseguir una foto, pero que sea LA FOTO. Por ello tienes que entablar conversación, ganarte la confianza de la persona a la que quieres fotografiar y finalmente comenzar a disparar.
Por la noche, la plaza Jemma el Fna es un oasis fotográfico, cada paso que das te azota con nuevas ideas, nuevas composiciones y te embriaga con los olores que se desprenden de cada puesto de comida. Súbete a una de las terrazas y fotografía el atardecer sobre la plaza, puede que sea una de tus mejores fotos.
Los siguientes días los pasamos en el desierto, en el Valle del Draa entre túneles de barro, arena, tonos ocre y beréberes. Nuestros alojamientos eran acorde a la situación, unas casas históricas, antiguas casas beréberes en medio del desierto o en medio de un oasis. ¿Te imaginas?
Este tipo de pueblos son una gran oportunidad para jugar con la composición de luces y sombras, haces de luz y polvo o los colores contrastados. En las dunas, al amanecer puedes jugar con las sombras que dibujan líneas de contrastes entre una vertiente y otra, o componer con alguna acacia cuya corona asoma por encima de la arena.
El último día nos entretuvimos con una divertida sesión de retrato beréber que nos dejó con ganas de más.
[su_carousel source=”media: 133,132,122,128,109,108,94″ items=”4″ speed=”2500″]
¡Un país que ofrece miles de oportunidades, al que volveremos siempre y para el que estamos preparando alguna sorpresa creativa!
Más fotos de esta experiencia:
[su_custom_gallery source=”media: 136,135,134,123,121,120,119,116,115,112,111,107,106,103,102,97,95,93″ link=”image” width=”110″ height=”100″]